Entre los acordes de Paco de Lucía

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Paco de Lucía

Sus acordes dijeron lo que su timidez y humildad nunca le permitieron expresar con palabras. Él era feliz simplemente con una guitarra entre sus manos, los dedos acariciando las cuerdas y los acordes creando melodías que siempre llevarán su firma y sello. Paco de Lucía, el maestro de referencia de la música flamenca, nos dejó repentinamente el pasado 25 de febrero de 2014 en su querida Playa del Carmen (Quintana Roo, México). Entre dos aguas fue una de sus composiciones más aplaudidas, y entre dos aguas, España y México, vivió rodeado de su música y su gente. Lamentablemente, un fallo cardíaco quiso que De Lucía pasara, tempranamente, a la orilla de otras aguas, dejando un legado y una riqueza musical incomparables .

 


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De Lucía en 1972

Hijo de Lucía Gómez, La Portuguesa, y Antonio Sánchez, Paco de Lucía descubrió su amor por la música flamenca desde una edad muy temprana. Han sido muchas veces las que el guitarrista confesó que su padre le obligaba a practicar con la guitarra varias horas al día. De él aprendió la técnica y de su madre, dijo, el amor y la dulzura puestas en cada nota. Natural de Algeciras, donde nació el 21 de diciembre de 1947, pronto se ganó la fama en el mundo del flamenco, encontrando en su camino a otros grandes maestros como Camarón de la Isla (1950-1992). Juntos crearon un dúo musical mítico, fruto del cual nacieron los primeros trabajos discográficos de ambos. Fuera juntos o en solitario, ambos se convirtieron en precursores del flamenco más popular y mestizo, en continua fusión con otros géneros como el jazz, el pop y el rock a raíz de sus giras por Nueva York.

 

Siempre se definió como un hombre de pocas palabras, al que no le gustaban las multitudes, ni las apariciones en público ni tampoco las entrevistas. Aún así, su arte y su don no pasaron desapercibidos al mundo. Paco de Lucía fue galardonado con el Premio Nacional de Guitarra de Arte Flamenco, la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes (1992), la Distinción Honorífica de los Premios de la Música (2002) y el Premio Príncipe de Asturias de las Artes (2004), además de ser Doctor Honoris Causa por la Universidad de Cádiz y por el Berklee College of Music.

 



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A pesar de la tristeza de su marcha, De Lucía se fue feliz. En su Playa del Carmen, con su gente, sus hijos, su guitarra, su pesca y su mar. Una vez, en una entrevista al periódico El País dijo: 

«Allí es donde de verdad disfruto en Playa del Carmen, con su mar tranquilito. Voy, me alquilo una casa y me dedico a la pesca submarina. Y luego me cocino lo que he pescado y ya está. No quiero más que eso. Ahora pienso mucho en el tiempo, que ya no tengo tanto. Por primera vez creo que tengo que darme prisa y quedarme más tiempo en casa y dedicarme a componer, que es en definitiva lo que va a quedar. Los conciertos se los lleva el aire».

 

En efecto, su música y su recuerdo siempre nos quedarán.

Gracias, Paco de Lucía.


      

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