Félix Grande: el gran renovador de la poesía
Si tú me abandonaras
te quedarías sin causa
como una fruta verde
que se arrancó al manzano,
de noche soñarías
que te mira mi mano
y de día, sin mi
mano, serías sólo una pausa;
si yo te abandonara
me quedaría sin sueño
como un mar que de
pronto se quedó sin orillas,
me extendería
buscándolas, con olas amarillas,
enormes, y no
obstante yo sería muy pequeño;
porque tu obra soy
yo, envejecer conmigo,
ser para mis
rincones el único testigo,
ayudarme a vivir y a
morir, compañera;
porque mi obra eres
tú, arcilla pensativa:
mirarte día y noche,
mirarte mientras viva;
en ti mi mirada más
vieja y verdadera.
[Si tú me abandonaras, de Félix Grande]
Tal y
como reza el poema en sus primeras líneas, la poesía se ha quedado en pausa,
huérfana, sin manos que le den vida después de que uno de los grandes
renovadores de la poesía, Félix Grande, falleciera el pasado 30 de enero.
Lamentablemente, un cáncer de páncreas se lo llevó a sus 76 años, muy pocos
días antes de cumplir a los 77.
Poeta,
narrador, ensayista y flamencólogo, fue galardonado con el Premio Nacional de
Poesía en 2004 gracias a su aportación literaria y poética desde la década de
los sesenta hasta el año 2012, cuando publicó su última obra: el poemario Libro de familia. En él reflejó los grandes pilares de su vida, entre ellos,
su infancia, su madre, su mujer (la también poeta Francisca Aguirre), el
flamenco y Antonio Machado, de quien dijo que fue su mayor influencia.
· Del
pastoreo a la poesía ·
Hijo de
un matrimonio de ideología republicana, nació en 1937 en Mérida (Badajoz). Dos
años después, se mudó con su familia a Tomelloso (Ciudad Real), donde su abuelo
era cabrero. Allí, oficios como vinatero, vendedor ambulante o pastor le
sirvieron a Grande para ganarse la vida, aunque no tuvieran nada que ver con
las letras. Fue a partir de 1961, tras trasladarse a Madrid, cuando Félix
Grande comenzó a trabajar para la revista cultural Cuadernos Hispanoamericanos, una labor que se alargaría durante 35
años, trece de los cuales asumió la dirección de la revista.
Pronto
supo, como él confesó muchas veces, que las palabras eran el motor de su vida.
Comenzó su carrera literaria con la poesía y en 1963 recibió el Adonais de Poesía por Las piedras. A esto siguieron otros
reconocimientos: en 1967, el Premio Guipúzcoa por Música amenazada; en 1979, el Nacional de Poesía por Las rubáiyátas de Horacio Martín; y en 1980, el Nacional de Flamencología por su
ensayo Memoria del flamenco.
· La flamencología ·
Éste último, el flamenco,
fue su gran pasión. Letrista y guitarrista, Grande dedicó muchos años de su
vida a la investigación del flamenco que, según él, tenía “la función de darme
consuelo”. Escribió Agenda flamenca
(1987); García Lorca y el flamenco (1992);
Memoria del flamenco (1995), que
obtuvo el Premio Nacional de Flamencología, y Paco de Lucía y Camarón de la Isla (2000).
Félix Grande deja un vacío
en la poesía, en la literatura y en el corazón del flamenco, al que sólo
acceden los de pura pasión. Eso es lo que deja Grande: pasión. Pasión por las
palabras, por su juego, por su sentido y por su fuerza. Pasión por lo
expresable, por la libertad y por lo humano. Pasión por saber, conocer y
contar. Pasión por lo inexplicable, por lo que sólo se siente y no se puede
describir.
Pasión por él y por lo que
nos ha dejado.
He querido expresarme
Toda mi vida he querido expresarme.
No tengo otro destino, otro afán, otra ley.
Fui actos sucesivos
y el olvido que destilaban
los corroía a ellos y a mí.
Sobre los actos fui palabras
y ellas buscaban una lumbre
que no me calentaba a mí.
Palabras y actos juntos
nada son sin placer del cuerpo.
Ahora regreso de esa vida umbría
buscando siempre calor de mujer.
Palabras y actos sólo allí me expresan.
Tu piel junto a mi piel, eso es lenguaje.
Todo cuanto pretenda enmudecerlo
maldito sea.
[Mundo que rompe a hablar, de Félix Grande]
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