Hijo
de Manuel, un campesino analfabeto y Amanda, una pobre mujer que se dedicaba a
cantar en velatorios y bodas para sacar adelante a la familia, nadie podía
imaginar que el pequeño Víctor iba a ser una de las caras más conocidas del
Chile de los años 60.
Víctor
Jara nació en Lonquén en el año 1932. Pese a la reticencia de su padre, que
pensaba que ir al colegio era perder el tiempo, el pequeño Jara pronto adquirió
el gusto por las letras y la música, sobre todo la música. Siempre acompañaba a
su madre cuando iba a cantar.
Siendo
aún Víctor muy pequeño, se trasladó junto a su Madre y hermanos a la capital,
Santiago de Chile. Allí comenzó a tocar la guitarra enseñado por un joven
músico, Omar Pulgar. Decían los vecinos que tal era la maña del pequeño Jara
con el instrumento que al poco tiempo ya no se sabía al escucharlos a lo lejos
quién era maestro y quién alumno.
Tras
la muerte de su madre, Víctor ingresa en el seminario en el que se familiariza con
el canto gregoriano. Después de dos años se da cuenta de que ser sacerdote no
es lo que él quiere para su vida así que abandona el seminario y comienza el obligado
servicio militar. Tras acabarlo, ingresa en el coro de la universidad de Chile,
y un año después, en el 1954 comienza a formar parte de la compañía mímica
Noisvander. Posteriormente comienza a estudiar interpretación de Chile, donde
conoce a la que sería su esposa, Joan. Tras dejar la interpretación apuesta por
la dirección de teatro, siendo Parecido a
la felicidad su primera obra dirigida, de su amigo Alejandro Sieveking.
En
1957 comienza a tener sus primeros escarceos con la música profesional. Conoce
a la famosa artista folklórica Violeta Parra, y empieza a tocar con el grupo
Cuncumén. Cuatro años más tarde, en el 1961 durante una gira con Cuncumén, compone
Paloma, quiero contarte, la que sería
su primera canción y que está dedicada a Joan, que ya era su esposa.
Durante
los próximos años siguientes va alternando su trabajo como músico con la de
director de teatro, pero se da cuenta de que tiene que dejar el teatro para dar
paso total a la música. Esto lo hace convencido por sus amigos. En 1966 publica
su primer LP en solitario: Victor Jara.
Posteriormente
a ese éxito, se dedica por una parte a dar clase en la universidad de Chile y
por otra a cantar. Mediante el folklore intenta concienciar a los obreros y
campesinos yendo a fábricas y campos de cultivo.
Un
ejemplo de esto es la canción Plegaria a
un labrador, dedicada a la gente que trabaja el campo y en la que anima a
los campesinos a unirse, a ir todos juntos para intentar llenar el país de
justicia e igualdad. Con esta canción, Victor Jara gana el Primer Festival de
la Nueva Canción Chilena.
Previamente
a las elecciones de 1970, la música de Victor Jara cada vez se va identificando
más con el socialismo y con la postura del candidato a las elecciones
presidenciales Salvador Allende, lo que le cuesta al cantautor chileno amenazas
telefónicas e incluso alguna agresión física.
Víctor
escribe en 1969 la canción Preguntas por
puerto Montt, en la que denuncia la brutal represión del gobierno ante una
concentración de jóvenes estudiantes en ese lugar.
Víctor también colabora en la canción que sería el himno de Unidad Popular, el partido de Allende, Venceremos.
Salvador Allende vence en las elecciones presidenciales y Víctor Jara se convierte en uno de los encargados de componer música para las cadenas nacionales de televisión.
Golpe de Estado de
Pinochet y consecuencias para Víctor
El
11 de Septiembre de 1973, el General Augusto Pinochet da un golpe de estado con
la intención de derrocar a Salvador Allende y tomar el poder de chile. El golpe
está planificado, liderado y financiado por el servicio de inteligencia de
Estados Unidos, la CIA. El ejército chileno bombardea el Palacio de la Moneda y
Salvador Allende muere defendiéndolo.
Ese
mismo día, Víctor Jara iba a cantar en una facultad de la Universidad Técnica
de Chile, en la que había una exposición promovida, entre otros por el premio
Nobel Pablo Neruda, sobre los horrores de la Guerra Civil Española en la que se
intentaba concienciar a la población chilena de la importancia de evitar algo
similar en su país.
A
pesar de los intentos de Joan Jara de convencer a Víctor para que no acudiera
el cantautor decide ir pensando que la universidad era un lugar seguro.
El ejército entra en la universidad y se lleva a todos los que estaban allí: Profesores, alumnos, rectores y a Víctor, el cual se deshace de su carnet de identidad en un inútil intento de que no lo reconozcan.
Estos
prisioneros son llevados hasta el estadio nacional de Santiago de Chile. Allí
Víctor es torturado simplemente por su apoyo a Salvador Allende. Por ser
socialista. Porque su voz y las cuerdas de su guitarra sonaban en favor de los más pobres. Por sus ansias de libertad. Por
sus ganas de que todos los chilenos tuvieran derecho al acceso a la cultura y
la universidad.
Después
de ser torturado, el soldado Pedro Barrientos lo asesinó. Primero le destrozó
las manos a culatazos, como símbolo de que acallaba su música, después fueron 44
balazos cobardes del soldado chileno los que acabaron definitivamente con la
vida del cantautor.
Se
dice que hasta en los momentos más duros de la tortura en la que los soldados no paraban
de golpearle, Víctor se mantuvo serenos y que una sonrisa desafiante no se
borró de su boca. La sonrisa que prometía que esos actos no se iban a olvidar
nunca. Esa sonrisa que sus amigos de juventud aseguran nunca se movía de la
comisura de sus labios. La sonrisa de Chile.
Cuarenta
años después el estadio en el que Víctor Jara perdió la vida lleva su nombre,
su asesino ha sido juzgado y también Pinochet, sus canciones han sido
escuchadas por todo el mundo y su nombre será eterno.
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