Tras un diagnóstico de cáncer de estómago que parecía sin duda alguna incurable, Abbado ascendía en el podio como la espuma, a pesar de que sus apariciones eran escasas. Se brindó a sí mismo una imagen de director de orquesta inmortal; una imagen que pocos afortunados fueron capaces de disfrutar.
Claudio Abbado
A los 56 años, firmó para entrar en la Filarmónica de Berlín siguiendo la estela de su antecesor, Herbert von Karajan, perfeccionista en la elaboración del sonido. Sin embargo, Claudio añadió la especia de la sensatez, y aportó un toque mágico a esta orquesta, convirtiendo este fichaje en el mejor momento de su carrera.
Ya en el 2001 veíamos a un Abbado debilitado por la enfermedad que se mantenía en el podio con notable dificultad, mientras dirigía El Réquiem, de Verdi. Sin embargo, sacó fuerzas de donde no las había para arrancarle 13 años más a la vida y seguir deleitando a su público como desde el primer momento.