‘Una cita para el verano’, un film de Philip Seymour Hoffman
Es una lástima que el motivo de que ‘Jack Goes Boating’ (aquí traducida, sin pizca de sensibilidad, ‘Una cita para el verano’) se estrene en nuestro país sea el reciente fallecimiento de su director y protagonista, Philip Seymour Hoffman. La cinta fue estrenada en el Festival de Sundance en 2010. Pese a los elogios de la crítica, no tuvo apenas afluencia de público en USA, y en 2011 salía a la venta la edición en DVD. La encargada de pasear la película por España después de cuatro años es la distribuidora Surtsey Films. "Cuando murió Philip Seymour Hoffman decidimos comprar la película y estrenarla en cines, a pesar de la antigüedad, a modo de homenaje al actor. Es una buena película que merece ser vista en pantalla grande", afirma César Clemente, uno de los socios de Surtsey.
Fue el debut de Hoffman en la dirección. El guión es una adaptación de Bob Glaudini a partir de su propia obra dramática, que circuló por Broadway con gran éxito. Los actores que interpretaron la obra son los mismos que aparecen en la película (Hoffman, John Ortiz y Daphne Rubin-Vega), a excepción de Amy Ryan (‘The Wire’), inclusión más que acertada. La banda sonora corre a cargo de Grizzly Bear, empapando cada escena con esa mezcla de melancolía, esperanza y magia característica de la banda de Brooklyn.
Una comedia romántica que cuenta la historia de Jack (Hoffman), un perdedor (solo en apariencia) amante del reggae que parece despertar a la vida tras conocer a Connie (Ryan). Clyde (Ortiz), el mejor amigo de Jack, lo ayuda en su puesta a punto de cara a una inminente relación con Connie. En paralelo, observamos la relación de Clyde con su pareja, Lucy (Rubin-Vega), y la influencia de ésta en la propia vida de Jack.
Un relato de historias menores, de personajes cotidianos y auténticos. El papel de Hoffman permite al actor demostrar de nuevo su genialidad: con una interpretación paradójicamente mínima (Jack apenas habla, apenas gesticula, apenas se expresa corporalmente) transmite la esencia del personaje de manera absoluta. Como sucede con cada interpretación de Hoffman, tras unos pocos planos suyos surge la inevitable pregunta: ¿cuánto de Hoffman había en Jack? Mucho, porque Hoffman siempre fue cada papel que interpretó. Muchísimo, porque Hoffman nunca dejó de ser él mismo. Hoffman era y es cada uno de nosotros. Hoffman es infinito.
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