Hace unos días la horrible noticia caía
como un jarro de agua fría sobre todos los fans de Woody Allen. Dylan, la hija
que tuvo con Mia Farrow le acusaba públicamente de haber abusado de ella cuando
era una niña. ¿Credibilidad? ¿Por qué
no?
Habrá quien
diga ¿y las pruebas? Uno de los dramas de los abusos sexuales a menores es que si no se denuncian en el momento(algo difícil)
años después no hay pruebas, o los delitos han prescrito, lo que no
quiere decir que no sean ciertos.
Por si fuera poco, la defensa de Allen, alegando que la niña está siendo
manipulada por su madre, no resulta convincente ni satisfactoria.
¿Genio y
figura?
Lo mínimo es cuestionarse la inocencia de Woody Allen, y no salir en su
defensa como han hecho muchas figuras del mundo de la cultura, tal y como se
hizo con el caso Polanski. No hay que caer en la trampa: éxito, dinero y fama, por
lo tanto incocencia. Tampoco silenciar denuncias como esta automáticamente,
sin hacer un análisis previo. Sin tener en cuenta que es lo que ha podido
llevar a la victima a callar durante tantos años y a hablar ahora.
Primero porque esta actitud está muchas veces más generalizada de lo que pensamos y damos por hecho cosas que no se coinciden con la realidad. Segundo las víctimas de abusos necesitan apoyo y reconocimiento para poder superar el pasado, y no que la sociedad las niegue y silencie sistemáticamente, más allá del caso individual de Woody Allen. Las acusaciones este tipo siempre se han de tener en cuenta. Desconozco la intimidad de Allen y no tengo forma de saber si los abusos son ciertos o no, pero no tengo motivos para no creerla.
Que desde el mundo de la cultura se tapen o se minimicen las acusaciones
que pesan sobre Polanski y Allen, van mucho más allá de perjuicio que estos
hechos pueden suponer en sus respectivas carreras. Desde el punto de vista de la víctima, si ya es bastante doloroso haberlo padecido, el paso más complicado después es contarlo, y ya no digamos si el
blanco de las acusaciones es una figura masculina de prestigio internacional.
La víctima no solo tiene que lidiar con su dolor, también ha de hacerlo con el
rechazo y con todos aquellos que no la
creen, la acusan de mentirosa o la silencian. Estamos ante un problema serio y persistente y
negar las acusaciones no ayuda a iluminar el camino, provoca el efecto
contrario.
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