Scorsese habla del futuro del cine en una carta dedicada a su hija
Diego Plap |
martes, 21 de enero de 2014, 20:49
La última película del cineasta norteamericano Martin Scorsese, 'El Lobo de Wall Street', sigue generando críticas y posturas encontradas. Al margen de esta polémica, el director escribió un artículo para el diario italiano L'Expresso en forma de carta abierta dedicada a su hija Francesca, de 14 años. En la carta, Scorsese reivindica su amor por el cine, analiza la gran revolución sufrida en la industria fílmica y pronostica un futuro brillante gracias a las oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías. Esta es la traducción de la carta completa:
Querida Francesca
Te escribo esta carta para hablarte del futuro. Lo veo a través de la lente de mi mundo. A través de la lente del cine, que ha estado en el centro de ese mundo.
Durante los últimos años me he dado cuenta de que la idea del cine con la que crecí, la idea que reside en las películas que te he mostrado desde que eras niña y que estaba tan en boca de todos cuando comencé a rodar, se acerca al final. No me refiero a las películas que ya se han hecho, me refiero a las que están por venir.
No quiero causarte inquietud. No escribo estas palabras con espíritu derrotista. Al contrario, creo que el futuro es brillante.
Siempre supimos que las películas eran un negocio y que el arte del cine es posible al haberse alineado con las condiciones económicas. Ninguno de nosotros, los que comenzamos en los años 60 y 70, nos hacíamos ilusiones en ese sentido. Sabíamos que tendríamos que trabajar duro para proteger lo que queríamos. También sabíamos que quizá tendríamos que atravesar periodos difíciles. Y supongo que, a cierto nivel, nos dimos cuenta de que tendríamos que enfrentarnos a un momento en el que cada elemento impredecible en el proceso de hacer películas quedaría minimizado, casi incluso eliminado. ¿Y cuál es el elemento más impredecible de todos? El cine. Y la gente que lo hace.
No quiero repetir lo que han dicho y escrito otros antes que mí sobre los cambios en el negocio. Y me alienta la existencia de excepciones a la tendencia cinematográfica general: Wes Anderson, Richard Linklater, David Fincher, Alexander Payne, los Hermanos Coen, James Gray y Paul Thomas Anderson están consiguiendo hacer sus películas, y Paul no solo consiguió rodar 'The Master' en 70mm, sino que consiguió exhibirla de esta forma en algunas ciudades. Cualquiera que se preocupe por el cine debería mostrarse agradecido.
Me conmueven también los artistas que consiguen hacer sus películas en todo el mundo, en Francia, en Corea del Sur, en Reino Unido, en Japón, en África. Cada vez es más difícil, pero siguen haciendo películas.
No creo, sin embargo, que esté siendo pesimista cuando te digo que el arte del cine y del negocio de las películas se encuentran ahora en una encrucijada. El entretenimiento audiovisual y lo que conocemos como cine -imágenes en movimiento concebidas por individuos- parecen ir encaminados en direcciones diferentes. En el futuro, probablemente, verás cada vez menos de lo que reconocemos como cine en las multisalas y más y más de él en pequeños cines, on line y, supongo, en espacios y circunstancias que no puedo predecir.
Entonces, ¿por qué el futuro es tan brillante? Porque por primera vez en la historia de esta forma de arte se pueden hacer películas por muy poco dinero. Algo absolutamente insondable cuando yo crecía, y las películas de presupuesto extremadamente bajo siempre han sido la excepción, en lugar de la regla. Ahora es al revés. Puedes crear hermosas imágenes con cámaras que te puedes permitir. Puedes grabar sonido. Puedes montar, mezclar y hacer corrección de color desde tu casa. Todo eso es ahora posible.
Pero con toda la atención que se está depositando en la maquinaria de la creación de películas y en los avances que nos han llevado a una revolución cinematográfica, hay que recordar una cosa importante: las herramientas no hacen la película, la haces tú. Es liberador coger una cámara, empezar a rodar y juntarlo todo con Final Cut Pro. Pero hacer una película, la que tú necesitas hacer, es otra cosa. Y ahí no existen atajos.
Si John Cassavetes, mi amigo y mentor, siguiera vivo hoy estaría utilizando con toda seguridad todo el equipo que hay disponible. Pero me diría lo mismo que me ha dicho siempre: tienes que estar absolutamente dedicado al trabajo, dar todo lo que puedas de ti mismo, y proteger la chispa de la conexión que te llevó a rodar la película en un primer momento. Tienes que proteger esa chispa con tu vida. En el pasado, como las películas eran tan caras, las protegíamos contra el cansancio y los compromisos. En el futuro, tendrás que protegerla de otro factor adicional: la tentación de seguir la corriente y permitir que la película derive, naufrague.
No es solo una cuestión de cine. No hay atajos para nada. No digo que todo tenga que ser difícil. Solo digo que la voz que te da la chispa es tu propia voz, esa es la luz interior, que dijeron los Cuáqueros.
Esa eres tú. Esa es la verdad.
Con todo mi amor,
Papá.
Algunos han querido ver en esta carta una respuesta a ciertas acusaciones que tachaban a Scorsese de misógino, a raíz de 'El Lobo de Wall Street'. Me resulta difícil hallar en el texto un solo indicio que justifique esa interpretación. Otros -o quizá los mismos- han calificado también de misógina la actitud del director al no incluir, cuando menta a algunos directores según él dignos de elogio, ningún nombre femenino. Estos últimos críticos no merecen siquera respuesta: si quieren trollear no seré yo quien los atienda. No al menos en esta ocasión, en la que están fuera de lugar ataques en esa línea.
No es que pretenda alabar o defender a Scorsese. Quiero alabar y defender su carta, el discurso que en ella se desarrolla. No vienen nada mal, de vez en cuando, este tipo de reflexiones por parte de personalidades con criterio. El contenido, la forma y el tono armonizan con un mensaje que rebosa nostalgia y esperanza en igual medida.
Scorsese habla a su hija, a los amantes del cine, a aquellos que tomarán las riendas de la creación cinematográfica, de historias fílmicas. Básicamente, Scorsese despliega una idea: muere una concepción romántica del cine, pero nace otra que no lo es menos.
Muere el auténtico viejo cine, el primigenio (para Scorsese), el concebido para la pantalla grande, el que siempre supo que necesitaría de la alianza con la industria para poder avanzar. Como relevo, emerge otro cine, el destinado a las pantallas pequeñas, fruto del desarrollo de las nuevas teconlogías, más equitativo, que precisa de menor presupuesto para su producción y difusión, un cine casi artesanal, incluso casero. Así, este nuevo auténtico cine quedará excluido de las multisalas, de las grandes pantallas. Lo que en ellas se verá ya no será cine. Scorsese no dice qué será, pero asegura que de cine tendrá muy poco. No es difícil imaginar qué teme el cineasta, porque es lo mismo que tememos muchos.
Y lo más importante: el cine de Scorsese, el antiguo, no es mejor -ni peor- que el venidero. Cambiarán el proceso de creación, los costes y la difusión, pero el elemento clave, el germen de la creación será el mismo: "la chispa de la conexión que te lleva a rodar la película en un primer momento", una chispa que hay que proteger con la propia vida. Por si la imagen no fuese lo suficientemente cautivadora, rubrica la cita uno de los padres del cine independiente, John Nicholas Cassavetes. Si Scorsese está en lo cierto y el cine que viene es tan prometedor como conjetura -y me sumo a ese optimismo-, de seguro que Cassavetes sonreirá allá en el Olimpo al ver germinar un campo que él comenzó a labrar, antes diminuta parcela, en adelante desplegado solo con el horizonte por límite.
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