Un nuevo paisaje para el Museo Van Gogh
El anuncio corrió a cargo del director de la institución, Axel Rüger, quien señaló que “nunca había ocurrido nada parecido en la historia del museo”. Según Rüger, se trata de una pintura de transición en la obra de Vincent van Gogh, que pertenece a un periodo que es considerado por muchos como la culminación de sus logros artísticos, su estancia en la ciudad francesa de Arles, época en la que se pintaron otras obras tan famosas como Los Girasoles, La Casa Amarilla o La Habitación.
El lienzo, de grandes dimensiones, representa un conjunto de unas encinas con el tronco retorcido y unas ruinas en un distante segundo plano bañadas por la luz del atardecer, por lo que se cree que su inspiración fue el paisaje no muy lejos de Arles, cercano a la colina de Montmajour, en el que se encuentran las ruinas de una abadía con el mismo nombre.
La pintura había permanecida oculta en un ático, después de que el museo la rechazará hasta en dos ocasiones por considerarla una falsificación. Finalmente una exhaustiva investigación a cargo del equipo del propio museo en colaboración con la Agencia de Patrimonio Cultural de los Países Bajos, determinó que su autor era realmente Van Gogh.
Para llegar a tal conclusión los investigadores realizaron exámenes de los pigmentos de la pintura usada, el material del lienzo, el estilo y técnica, la procedencia, además de correspondencia del propio pintor. Así en una carta a su hermano Theo, con fecha del 5 de julio de 1888, Van Gogh describía la escena que había pintado el día anterior, pero expresó su decepción por el resultado final, escribiendo: "También me traje un estudio del mismo, pero estaba muy por debajo de lo que hubiera deseado".
La obra se incluyó en uno de los catálogos de Theo, y fue vendida en 1901, reapareciendo en 1970 en la herencia de un industrial noruego, Christian Nicolai Mustad. Se cuenta que en 1908 Mustad, aconsejado por Jens Thiis, director de la Galería Nacional de Oslo hasta 1941, compró un lienzo atribuido a Vincent Van Gogh. Pero, entonces, el embajador francés en Suecia, de visita en su casa, le dijo que era falso.
Otra teoría asegura que el diplomático que acaba con las ilusiones de Mustad era el cónsul noruego en París, Auguste Pellerin, reputado coleccionista de arte francés, que legó parte de su colección impresionista al Louvre, quien le dijo que esa pintura no pertenecía realmente al genio holandés.
El enfado de Mustad fue tal que decidió esconder el cuadro en su ático. Ahora tras permanecer más de un siglo oculto, sale a la luz y se podrá visitar en el Museo Van Gogh desde el próximo 24 de septiembre durante un año.
Un genio atormentado
Según los investigadores del Museo de Van Gogh, con esta obra, el pintor quería destacar entre el conjunto de pintores de paisajes del momento, pero, la decepción le alcanzó como ya le ocurrió con otras obras de esta época consideradas las más famosas del mundo como La noche estrellada (1889) o El sembrador (1888),
La tensión entre sueño y realidad es lo que ha caracterizado la obra de este genio, icono del post-impresionismo, quien no llegó a disfrutar en vida del reconocimiento que tienen hoy en día sus obras. Su personalidad inestable y las dificultades para relacionarse con los demás provocaron que su mayor apoyo fuera su hermano Theo a quien escribió cerca de 800 cartas hablando, sobre todo, de sus preocupaciones artísticas.
Van Gogh terminó sus días recluido en varios centros psiquiátricos, en los que no dejaba de pintar, hasta que finalmente, a sus 37 años, en un campo de trigo, se disparó en el pecho, muriendo dos días después. Su última obra fue Campo de trigo con cuervos, considerada un presagio de su suicidio.
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