Adiós a Matute: "una rara entre los raros"

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Ana María Matute. Fuente: www.anamaria-matute.com


Ya lo decía Rosa Montero por allá en el 98: Ana María Matute es una especie de hada. Una criatura mágica que supo ver luz en los cuartos oscuros donde cumplía los castigos de la niñez. Y a partir de ahí, creó el amanecer de los tantos mundos maravillosos recreados en sus libros y cuentos. La escritora nació en Barcelona el 26 de julio de 1925. Su padre era catalán y su madre riojana, conformando así una familia acomodada gracias a una fábrica de paraguas. Matute era la segunda de cinco hermanos. En numerosas entrevistas, la autora ha recalcado una falta de cariño materno por la severidad que su madre vertía en ella cuando era niña. Distanciamiento con el que ambas acabaron en una edad más madura para las dos, afianzándose la relación con la muerte de su madre.

 

Matute no tuvo una infancia sana. En concurridas ocasiones arrastró enfermedades, además de su marcada tartamudez psicológica que siempre recordaba como atisbo de miedo durante esa etapa en la que el colegio era duro y su madre severa. Tartamudez y miedo que desaparecieron con la guerra y sus bombardeos, según contaba Matute. "Yo era muy tartamuda y las otras niñas me apartaban", confesaba la escritora a Rosa Montero. Ese defecto de su niñez significó el rechazo de sus compañeras. En cambio no fue así con los niños, los que si la aceptaron y compartían el terreno de juego con ella. Reconocía la Matute no tener reparo de jugar como un chicazo, pero la rudeza de los niños de entonces no le permitía llorar o quejarse, si no quería ser apartada del grupo.


A los cuatro años una infección de riñón casi acaba con su vida. En esos días enfermos, los cuentos que le contaban las tatas eran su consuelo. Según la autora, esos cuentos llenaban su imaginación y despertaban su pasión por contar historias. Fue así como con cinco años escribe su primer cuento, ilustrado por ella misma. Ana María Matute confesaba en una entrevista a Juan Manuel de Prada que durante esa etapa de su niñez se encontraba inmersa entre el papel y las sábanas. Una ictericia la ausentó del colegio durante todo un curso. Fue entonces cuando se hizo amiga de su hermano menor. Contaba la escritora como en esa época los niños y niñas estaban distanciados, recibiendo una educación completamente diferente. Debido a su estado, su hermano de cuatro años pasaba largos ratos en su cama escuchando cuentos e inventando juegos. Momentos que Ana María Matute recordaba con alegría.


Ana María Matute. Fuente: www.anamaria-matute.comCon ocho años vuelve a recaer en otra enfermedad grave y la envían al cuidado de sus abuelos en Mansilla de la Sierra (Logroño). Este es un lugar esencial en la vida de la escritora que ha presentado como escenario de Los hijos muertoso Fiesta al noroeste. Contaba Matute que solían pasar los veranos en el pueblo riojano, lo que era algo maravilloso para sus hermanos y ella, unos niños burgueses que poco conocían del mundo más allá de la puerta de casa y sin más amigos que los hijos de los conocidos de la familia. Sin embargo, en aquel pueblo se relacionaban con niños del campo, hijos de campesinos. "Nos reuníamos y jugábamos en esa hora mágica que es la hora de la siesta en el campo: cuando todos los mayores están durmiendo a eso de las cuatro de la tarde, bajábamos a escondidas al rio. La diversión tenía un sentido prohibido, casi delictivo, lo cual lo hacía mucho más gozosa: pescábamos truchas a mano, corríamos y perdíamos zapatos, cinturones… hasta volver a casa medio desnudos. Allí aprendí mucho de la vida: sin esos veranos no habría sabido cómo vivían otros niños. […]Entendí que ellos eran la vida de verdad, una vida en contacto con las cosas esenciales, donde la muerte de un ternero era un drama, donde una mala cosecha podía acarrear el hambre…Ellos sí que sabían de la vida, no yo". Recordaba la autora durante la conversación con de Prada en 1996.


Cuando Matute tenía tan solo 11 años, estalla la Guerra Civil. La guerra todo lo cambia y la comodidad que la escritora conocía por entonces, desaparece. Desde su casa, la familia escuchaba las ametralladoras, evitaban comer en el comedor de la casa que daba a la calle pues el estar cerca de ventanas exteriores era, cuanto menos, arriesgado y peligroso. Matute ha confesado tocar el odio. Fue aquel ambiente hostil y oscuro una base de su riqueza literaria en donde los protagonistas eran a menudo adolescentes obligados a crecer con una rapidez incomprendida.

Ana María Matute escribe a los 17 años su primera novela, Pequeño teatro. Por entonces acepta un contrato de 3.000 pesetas con Ignacio Agustí, director de la editorial Destino. No obstante, su primera obra no se publica hasta 1954. Año en el que gana con ese mismo libro el III Premio Planeta. Formalmente, su obra literaria comienza con Los Abel, obra que se mantiene activa hasta 1971 según el diario El País y que recibe una mención especial en el Premio Nadal en 1947. Matute escribe Luciérnagas en 1949. Obra con la que queda semifinalista del Premio Nadal y que fue censurada por el régimen franquista. En 1955 reescribe esta obra con el nombre de En esta tierra, pero finalmente en 1993 recupera la novela original otra vez llamada Luciérnagas.


Ana María Matute junto a Ramón Eugenio de Goicoechea. Fuente: ABC

Con 18 años, Ana María Matute ya se relacionaba con intelectuales de mayor edad que la suya, denominados por ella misma letraheridos. Revelaba a Rosa Montero que por aquella época la llamaban el cosaco porque conseguía beber más que los demás sin que se notaran los efectos del alcohol. Podría decirse que era algo insólito en esos años y más aun viniendo de una mujer, una señorita de 18 años. Rareza que la misma escritora admitía. Se sentía "rara entre los raros "a lo que añadía el esfuerzo que le suponía comunicarse por su timidez. Un rasgo de Matute que ha contagiado su obra narrativa hasta desmarcarla, haciéndola atractiva para las nuevas generaciones. La avisaban de que llegaría a convertirse en mito. Aun con todo, la Matute también ha sido categorizada como mera escritora de literatura infantil, lo que ella misma achacaba al hecho de ser mujer pues un hombre en sus mismas circunstancias no sería tan escatimado por otros. Al menos, y aunque pocas veces lo haga, la Real Academia supo reconocer a una gran escritora.

Matute se casa en 1952 con el escritor Ramón Eugenio de Goicoechea, con quien tiene un hijo dos años más tarde. La escritora reconocía haber sufrido en ese matrimonio de una década, por el que se marginó de sus amistades y la empujó a sentir odio hacia Madrid, ciudad donde vivió con su primer marido, durante un tiempo. Matute confesaba haberlo pasado muy mal. Ese hombre no la quiso y la explotaba, pero le dio un hijo: "cuando yo tuve a ese niño, el mundo cambió", decía.

Durante su primer matrimonio, publica la novela La pequeña vida (1953) que más tarde llamaría El tiempo. Matute emprende su trilogía Los mercaderes en 1960 con Primera memoria, la continuará con Los soldados lloran de noche y la termina con La trampa. El 6 de enero de 1959, Ana María Matute gana el Premio Nadal con Primera memoria.

Después de diez años casada con de Goicoechea, llevó a cabo un trámite inaudito en España: la separación. Jurídicamente no existía el divorcio, pues Francisco Franco derogó la Ley del Divorcio de 1932 aprobada durante la II República. Sin embargo, existían las separaciones de facto y las nulidades eclesiásticas. En esos procesos la mujer debía demostrar que era "una mujer como es debido". Y así tuvo que demostrarlo Ana María Matute, a quien en un principio le quitaron la patria potestad de su hijo. Custodia que siempre pertenecía al hombre. Matute soportó dos años separada de su hijo. Solo podía verlo en visitas escondidas y secretas gracias a la colaboración de su suegra. "Y los sábados lo iba a buscar a casa de mi suegra y me lo llevaba. Con el poco dinero que yo tenía entonces, lo iba ahorrando y, cuando llegaba el sábado, me lo llevaba al mejor restaurante, me lo llevaba al mejor cine, aunque luego yo estuviera comiendo pan con tomate toda la semana". Relataba la escritora en una entrevista a Victoria Prego.

Cuando recuperó a su hijo, Matute marchó con él a Estados Unidos donde conoció al hombre que ella misma llama el amor de su vida. Un francés llamado Julián con negocios y poco relacionado con el mundo literario. Una relación con la que confesó ser muy feliz durante sus 28 años de duración. En 1971 publica su novela fantástica La torre vigía.

Ana María Matute en el salón de plenos de la RAE. Fuente: RAE

Sin embargo, la mentalidad humana es tan compleja que incluso en los mejores momentos, cuando todo va bien, nos atrapa en una capa de angustia sin explicación alguna. Y la Matute bien lo sabía pues a partir de los 70 calló en una gran depresión que no tenía motivos aparentes y que la separó de la escritura durante 25 años.

Después del silencio, la escritora publicó en 1996 Olvidado rey Gudú, la obra que según ella había estado esperando toda su vida. Así pues, ha sido junto a Aranmanoth (2000) la obra mejor valorada por la crítica especializada. Matute comenzó la redacción de esta novela décadas antes a su publicación, aunque la dejara aparcada cuando sufrió de depresión. Olvidado rey Gudú, que transcurre en la Edad Media en un bosque donde todo es posible, logró maravillarla y confundirla al mismo tiempo en los inicios de su difusión, pues ella misma reconocía el poco afán por lo misterioso o mágico de los lectores españoles en los 90.

En 1996 acontecía su ingreso en la Real Academia Española de la Lengua: esa institución vetusta y hermética, al menos para las mujeres durante más de 300 años de existencia. El 18 de enero de ese año, Ana María Matute pronunció su discurso titulado El Bosque, en el que hacía mención y honoraba a Alicia en el país de las maravillas porque al igual que esa niña de cuento, Matute también encontró el bosque mágico. Le fue asignado el asiento K de la Academia, anteriormente ocupado por Carmen Conde, siendo así la tercera mujer en ingresar en tres siglos.

En 2007, Ana María Matute recibe el prestigioso Premio Nacional de las Letras y en 2010 obtiene el Premio Cervantes, convirtiéndose en la tercera mujer que lo recibe. Además es miembro honorario de la Hispanic Society of America y de la American Association of Teachers of Spanish and Portuguese.

Ana María Matute es considerada como la mejor novelista de su generación y sus numerosos premios avalan su reputación. Soledad Puértolas escribía en El País cómo la escritora aparentaba cada vez más fragilidad, más delicada en los últimos años. Quizás revivió los primeros de su vida, cuando descubría su mundo mágico, su bosque maravilloso. Matute muere a los 88 años en el Hospital de Barcelona el pasado 25 de junio, tras sufrir una crisis cardiorrespiratoria.


      

1 Comentarios

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El maravillosa mundo infantil de LA MATUTE es el de muchas niñas de su época , gracias por describirlo de forma tan entrañable

escrito por Constança 20/feb/16    20:55 h.

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