Dibujando a Kafka
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La editorial Nórdica Libros ha publicado, con motivo de su centenario, una edición del relato El fogonero, de Franz Kafka (Praga, 1883 - Kierling, 1924), acompañada para la ocasión de ilustraciones del dibujante, diseñador y viñetista catalán Max (Francesc Capdevila, Barcelona, 1957).
El relato kafkiano, que vio la luz como libro independiente en 1913, ha pasado a la historia por constituir el primer capítulo de El desaparecido, la novela final e inacabada del autor praguense, publicada –según la voluntad de su editor, Max Brod– bajo el título de América. Esta pequeña historia contiene algunos de los elementos tradicionales de la estética y la ética kafkianas: espacios cerrados, claustrofóbicos, que asfixian a unos personajes huidos de un pasado incierto, y que luchan por abrirse camino en un mundo que se presenta como una amenaza.
Karl Rossmann es un joven que llega a América
enviado allí por sus progenitores a raíz de un embarazoso acontecimiento que ha
puesto en entredicho la honra de su familia. El muchacho, de temperamento
altivo y arrogante, chocará con una realidad que dista mucho de ser idílica. De
sus avatares en el Nuevo Mundo, El
fogonero es tan solo el comienzo, un aperitivo que se abre con una simbólica
escena en la que Rossmann se queda absorto por la contemplación extática de “la
Estatua de la diosa Libertad”. Con esta imagen se presenta esta edición
ilustrada, que incluye en su interior un total de diez dibujos de Max, que
inteligentemente utiliza un reducido cromatismo –mera escala de grises– para
expresar la desasosegante atmósfera que inunda el relato kafkiano.
El polifacético artista catalán viene avalado por
una prolífica carrera que arranca en el mundo underground del fanzine y el cómic, y que se consolida desde la
creación de la ya clásica revista El
Víbora (1979), que el propio Max ayuda a fundar. Cierto espíritu de
subversión está presente en los personajes que crea para dicha publicación,
como Gustavo o Peter Pank. Su estilo ha evolucionado considerablemente con los
años, a través de las influencias de genios de la viñeta como Robert Crumb o
Ever Meulen, entre otros. Una trayectoria que ha sido reconocida en numerosas
ocasiones y que cuenta en su haber con los prestigiosos premios del Saló del
Còmic de Barcelona o el Premio Nacional del Cómic, gracias a su obra de 2007 Bardín, el superrealista. Además, el
catalán posee el raro privilegio de haber creado una portada para la renombrada
revista estadounidense The New Yorker.
En esta ocasión, el maridaje de la pluma kafkiana y el instrumental artístico de Max crea una armonía perfecta, a través del contraste entre la inocencia de los rostros de los dibujos y la descarnada dureza del texto que, como es habitual en la literatura de Kafka, pivota entre la aparente sencillez formal y la complejidad que subyace en el fondo. Un pequeño relato sobre la futilidad del carácter y la dignidad humanas ante el poder que lo doblega.
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