¿Es la cocina un arte? ¿Puede considerarse artista a un cocinero o es un simple artesano? ¿Es cocinar un proceso creativo? Se trata de cuestiones que tuvieron su apogeo a partir de 2007, año en que Ferran Adrià fue invitado a la documenta 12 de Kassel en representación del arte contemporáneo español. Según el director de la documenta, Roger M. Buergel, invitó al cocinero catalán “porque ha logrado crear su propio lenguaje, el cual ha llegado a ser muy influyente en la escena internacional. Esto es lo que me interesa, no si la gente lo considera arte o no. Es importante para mencionar que la inteligencia artística no depende del formato; no deberíamos relacionar el arte solo con la fotografía, escultura, pintura, etc., ni deberíamos con la cocina en general. Pero bajo ciertas circunstancias, la cocina puede ser considerada arte” y en el caso del restaurante de Adrià, elBulli, las manifestaciones culinarias trascienden y se convierten en realidades artísticas.
Sería la primera vez que un cocinero tomara lugar en un espacio artístico como la documenta, pero no la última. A partir de entonces las instituciones artísticas no han dejado tranquilo a Ferran Adrià, el ejemplo más cercano lo tenemos en la exposición que se inauguraba el pasado 5 de julio de 2013 en la Somerset House de Londres: elBulli: Ferrán Adrià and the Art of Food, dedicando una retrospectiva al famoso restaurante de la Cala Montjoi (cerrado en 2011, por cierto) a través de documentos y fotografías. Es una adaptación de la muestra que ya le dedicó el Palau Robert de Barcelona en 2012, pero con nuevas aportaciones como la maqueta inédita de la Fundación ElBulli que abrirá sus puertas en 2014 en el mismo emplazamiento que el restaurante y que contendrá un museo, un archivo gastronómico online (la Bullipèdia) y un centro creativo y de experimentación culinaria.
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Pero esto no acaba aquí, el “efecto Adrià” nos acompañará todavía en los próximos años. La exposición de Londres tiene el objetivo de continuar y hacer itinerancia en el resto del mundo, Boston y Madrid serán las primeras escalas en 2014. Y, por si alguien lo dudaba, elBulli ha llegado también a Hollywood, la película tiene previsto estrenarse en 2014 y se rumorea que Javier Bardem podría encarnar a nuestro cocinero.
¿Qué está ocurriendo? La cocina y, especialmente, los cocineros han sufrido un boom mediático extraordinario a partir del siglo XXI, bien podría considerarse un fenómeno social a gran escala. Sólo hay que poner la televisión para darse cuenta de ello, el programa MasterChef es el “talent show” que más audiencia está teniendo actualmente en nuestro país. Los chefs van de artistas y genios vanguardistas (Adrià sigue considerándose a sí mismo como un simple cocinero, aunque algunas fotografías parecen decir lo contrario) y, de paso, a la nueva economía política le viene francamente bien para venderse al exterior, como ocurre con Marca España, cito sus palabras: “La cocina como creación artística para deleite de los sentidos. Así se concibe la gastronomía en España”.
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Se habla de la cocina como una de las nuevas bellas artes y, aunque aquí no vamos a entrar al debate, cierto es que la cocina ha acompañado siempre al arte en mayor o menor medida y los artistas se han sentido interesados por la comida y/o el proceso de comer y cocinar. Peter Kubelka, cineasta, artista y teórico austriaco, ya en los años 50 del siglo XX se refería a la cocina como “la forma más antigua del arte”. Pero aún podemos remontarnos más atrás y descubrir que Leonardo da Vinci fundó su propio restaurante en Florencia, la taberna Delle tre lumace, donde fue cocinero y empresario, o la taberna Santo Palato en Turín (1931) del futurista Marinetti que, además, había escrito el Manifiesto de la cocina futurista un año antes.
No obstante, los “restaurantes artísticos” alcanzarían su máxima expresión en los años 60, época de cambio para el arte contemporáneo y los artistas que empezaban a acercarse cada vez más a los territorios cotidianos, a la vida, donde la comida y la cocina jugarían un papel principal. Fue entonces Daniel Spoerri el artista que creara por primera vez un restaurante como espacio artístico y de reflexión: el Restaurant Spoerri (1968) en Düsseldorf, además de acuñar el concepto “Eat art” para referirse a las obras que realizaba vinculadas a la comida. Spoerri actuaba como cocinero, realizando banquetes para sus amigos y conocidos vinculados también al mundo del arte y cuando la fiesta terminaba originaba cuadros con los restos de la mesa, intentando perpetuar ese momento poético y de relación cultural de la sobremesa.
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En 1971 sería el artista Gordon Matta-Clark, junto a su amiga fotógrafa y bailarina Caroline Godden, quien fundara un restaurante con intereses artísticos en el SoHo de Nueva York al que llamó Food, el cual se convertiría en un modo de vida, en una experiencia colectiva de un grupo de jóvenes artistas que pretendían actuar fuera del sistema tradicional del arte y que convirtieron el restaurante en su taller artístico, realizando acciones, performances o los llamados site-specific con los alimentos que allí se encontraban y todo mientras en el horno se preparaba la cena.
Por su parte, Antoni Miralda, artista catalán que ofrece a sus obras una dimensión de fiesta o celebración, de ritual y proceso de comunicación social (a través de la realización de banquetes públicos), fundó en 1984, junto a la chef Montse Guillén, El International, restaurante de Nueva York que funcionaba a modo de bar de tapas español (sería el primer “tapas-bar” de Estados Unidos) y que fue el referente de la cultura alternativa de la época. Más tarde ambos abrirían también el Bigfish Mayaimi en Miami (1996-97).
Estos son solo algunos de los ejemplos más importantes, pero existen otros artistas (Rirkrit Tiravanija, Tobias Rehberger, Carsten Höller, Thomas Schütter) que participaron de la comida o la cocina en sus obras y que a partir de los 90, coincidiendo con la aparición de la estética relacional, instalaban banquetes, restaurantes, cafeterías, bares, quioscos de helados… en las salas de los museos intentando romper las fronteras entre arte y gastronomía y adelantándose al boom mediático que hoy existe en torno a ello.
Tanto la comida, comer o el proceso de cocinar forman parte de nuestro día a día, por lo que no es de extrañar que se haya vinculado también con la esfera artística. ¿Podemos comparar los ejemplos de estos artistas con la cocina de vanguardia y Ferrán Adrià? Quizá los platos del cocinero catalán se acerquen más a una experiencia de placer sensorial que a una experiencia artística, aunque algunos, como el artista Richard Hamilton, han comparado la cocina molecular de Adrià con el arte conceptual. Quizá deberíamos preguntarnos, una vez más, qué es el arte para responder a todas estas cuestiones y quizá en un futuro, como ya ocurrió en el Renacimiento con la escultura y la pintura (consideradas vulgares en la Edad Media), no nos resulte extraño considerar a la cocina una de las bellas artes. Dejaremos la palabra al tiempo.
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Soy incapaz de acabar este artículo sin mencionar un tema que me chirría: ¿dónde está la mujer en toda esta historia? Es curioso, por no utilizar otro adjetivo, que siendo la cocina el espacio doméstico por excelencia relegado a la mujer en el transcurso de los siglos (rol del que ahora hemos conseguido desvincularnos), cuando se trata de la “alta cocina” apenas hay nombres femeninos, salvando a Anne-Sophie Pic (primera mujer que obtuvo en 2007 tres estrellas Michelin en Francia) o a Elena Arzak (elegida mejor mujer chef del mundo en 2012). Pero el talento de la mujer no debería ser una excepción, ¿no creéis? Me recuerda a cuando la historiadora y crítica Linda Nochlin se preguntaba retóricamente “¿por qué no ha habido grandes artistas mujeres?”. En el campo de la gastronomía parece suceder lo mismo, ¿será que todavía seguimos viviendo en una sociedad patriarcal? ¿Y que la estrategia política se basa en la construcción social de género?
Ahí dejo un par de retóricas más. El debate queda abierto.
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